1.Cuanto mayor, mejor
Una agencia grande de traducción no siempre es garantía de calidad y buen precio. Si bien puede ser adecuada para grandes compañías que invierten muchos euros en traducción, no lo será para empresas medianas con necesidades puntuales y de especialización.
2. Con un traductor bastará
En el proceso de traducción interviene más de una persona: una traduce, otra revisa, otra edita. Contratar a un traductor directamente es útil para proyectos simples pero si son proyectos multilingües, mejor recurrir a una agencia que lo coordine.
3. Calidad del original
Si el texto de partida no tiene una mínima calidad lingüística o de contenido, la traducción seguro que se resentirá. Vale la pena asegurar esta calidad para evitar que los errores se reproduzcan y multipliquen en las traducciones.
4. Maldita tecnología
Hay muchas herramientas de traducción asistida (que no es lo mismo que la traducción automática) que contribuyen a la coherencia del texto final, sobre todo en textos técnicos y científicos. Una agencia sabrá evaluar si son adecuadas al texto encargado o no.
5. Personal bilingüe
A menudo las empresas mandan traducir o revisar traducciones a sus trabajadores o representantes nativos de una lengua determinada. Esto no siempre es una buena solución si los trabajadores consultados no son profesionales de la lengua. Un traductor ha recibido una formación específica y tiene unos recursos que no tiene otra persona por nativa que sea.
7. Todo el mundo hace las traducciones igual
No todos los proveedores ofrecen lo mismo dentro de la tarifa, algunos incluyen una revisión y otros no, algunos cobran un recargo según el formato, o según la urgencia o la especialidad. No todas las combinaciones lingüísticas tienen el mismo precio. Es importante enterarse de estas cuestiones a la hora de encargar una traducción.
8. Un proveedor puede revisar el trabajo de otro
A menudo los clientes de traducciones recurren a un proveedor diferente del que les ha hecho una traducción para que la revise. Esto no suele ser una buena idea: el revisor intentará encontrar muchos errores para demostrar que lo hace mejor y el cliente se encontrará en medio de una discusión lingüística que sólo busca el enfrentamiento.